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¿Crees que es tu responsabilidad ayudar a edificar una iglesia sana? Si eres cristiano, creemos que lo es. Jesús te ordena hacer discípulos (Mt. 28:18-20). Judas te exhorta a edificarte sobre la fe (Jud. 20-21). Pedro te llama a utilizar tus dones para servir a los demás (1 P. 4:10).
Cación de Simeon tenía mucho de lo que nuestra predicación
carece.
¿Qué es lo que nos falta? ¿Cómo podemos beneficiarnos?
Las respuestas son sorprendentemente simples y
apuntan al corazón mismo de lo que se conoce como la
predicación expositiva. En gran medida, la convicción
de este gran hombre acerca de la Biblia era la fuente
misma de su influencia. Simeon creía que una explicación
de la Biblia sencilla y clara es lo que hace que una
iglesia sea sana y feliz. La exposición bíblica lleva a cabo
el pesado levantamiento que hace falta para edificar una
iglesia. Esta permanente creencia nunca dejó a Simeon.
Por cuarenta y cuatro años, y desde un único púlpito de
un pueblo universitario, incansablemente se dio a sí
mismo a la primacía de la predicación. Semana tras semana,
año tras año y década tras década, permaneció
en el púlpito y declaró la Palabra de Dios con claridad,
simplicidad y poder.
Simeon definió su convicción acerca
de la exposición bíblica de la siguiente manera:
Mi esfuerzo consiste en sacar de la Escritura lo que
está ahí, y no meter lo que pienso que podría estar
ahí. Tengo un gran celo en esta cabeza; nunca hablar
más o menos de lo que creo que es la mente del Espí-
ritu en el pasaje que estoy exponiendo.2
Simeon veía al predicador como alguien que tenía el
deber de aferrarse al texto. Estaba comprometido a
LA PREDICACIÓN EXPOSITIVA
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permanecer en la línea, no elevándose nunca por encima
del texto de la Escritura para decir más de lo que
esta decía y nunca cayendo por debajo del texto reduciendo
su fuerza o plenitud.
Esta convicción —este maduro control— es frecuentemente
olvidada hoy por aquellos que manejan la Palabra
de Dios.
Francamente, esta es la perdición de muchas
de nuestras iglesias, incluso de las que son sanas
doctrinalmente. Mucho de lo que pensamos que es predicación
bíblica fiel en realidad yerra el blanco a causa
de una falta de control. Y permíteme ser el primero en
admitir que no siempre he ejercido el dominio para sacar
solo aquello que se encuentra en la Escritura.
Mi
oración es que este pequeño libro, entre otras cosas,
pueda ser usado por Dios para ayudar a explorar cómo
los maestros y los predicadores de la Biblia pueden redescubrir
esta convicción.
Pero no solo es la convicción de Simeon la que vale
la pena considerar. Los objetivos de Simeon en la predicación
deben ser redescubiertos. Él enmarcó firmemente
sus fines para la exposición bíblica de la siguiente
forma:
Humillar al pecador;
exaltar al Salvador;
promover la santidad.
No se puede decir más claro. Estos objetivos deberían
guiarnos hoy. Nuestro mundo —como el de Simeon—
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